Antoine Bourdelle, eficaz intermediario para su amigo Rodin, a quien sugería objetos susceptibles de despertar su hambre coleccionista, también fue adquiriendo su propia colección amateur a lo largo de su vida. Esta colección, caracterizada por su diversidad, incluía dibujos y pinturas de maestros tanto clásicos como modernos (Monticelli, Van Gogh, Rodin…), esculturas medievales talladas en madera, pequeñas antigüedades, moldes de escayola, estampas japonesas, grabados europeos modernos, fotografías…y muchas de estas piezas se encontraban en los talleres del artista.

Esta colección, testigo de las inclinaciones artísticas de una época y de un hombre, parcialmente expuesta actualmente en el «apartamento» –al que llamaba su «taller de pintura», y donde le gustaba reflexionar sobre su obra– es a su vez un bello ejemplo de su curiosidad insaciable, satisfecha durante sus viajes o incluso gracias a la ayuda de marchantes, con los que estaba en contacto.