El taller de escultura se mantiene sorprendentemente fiel al artista. El alto ventanal orientado al norte por el que penetra una luz fría, el entresuelo para guardar obras de otros e incluso las paredes «color del tiempo»… todo se ha conservado en su estado original.

La estufa, la gran mesa de madera ensamblada por el padre de Bourdelle y los bancos, todo sigue en su sitio. Los moldes de estilo antiguo, la armadura de samurai, el capitel medieval a modo de zócalo... Son tan solo algunos de los elementos del decorado que rodeaba al artista.

Custodiadas por el Centaure mourant (Centauro moribundo) (1911-1914), una selección de obras de madera, mármol y bronce resumen la voluntad de Bourdelle de experimentar con diferentes materiales y técnicas.

Todo nos habla con elocuencia y sensibilidad de la presencia del artista. Todo irradia silencio, meditación y el trabajo de esta «morada del espíritu» tan cercana como lejana de la fiebre imperante en Montparnasse.