Cuando en 1885 Bourdelle se establece en el distrito XVI, en el impasse du Maine, entre jardines y viñas, los talleres de artistas son «tan abundantes como briznas de hierba de los adoquines» y, entre sus vecinos Dalou y el pintor Eugène Carrière. Tras residir durante cerca de cuarenta y cinco años en esta tierra de las artes, Bourdelle se mantiene fiel a unos talleres que hacían las veces de laboratorio y de santuario. A principios de los años veinte se hace patente que la creación de un museo ayudaría a salvaguardar la obra de toda una vida. Bourdelle, decidido a legar su obra «como hizo Rodin» para fundar un museo que llevara su nombre, diseña durante 1928 varios proyectos de edificios. Llegó incluso a plantear una museografía en la que cada escultura tuviera un espacio propio. Pero Bourdelle no llegó a ver terminada su obra.