Cuando falleció, el 1 de octubre de 1929, los talleres de los números 16 y 18 del impasse du Maine, residencia del artista, fueron el refugio de cientos de bocetos y modelos, miles de dibujos, archivos y documentos. La inquebrantable fe y la férrea voluntad de su esposa, Cléopâtre Bourdelle, y de su hija, Rhodia, permitieron dar forma al proyecto de museo con el que tanto había soñado Bourdelle.

En 1930, con la apertura del callejón, la sombra de la expropiación se cierne sobre la residencia. La generosidad del mecenas Gabriel Cognacq permite volver a comprar el terreno evitando así la diáspora de la colección. En 1949, el apoyo del director de Bellas Artes, Yvon Bizardel, marca un antes y un después. La ciudad de París acepta la donación del terreno, de los talleres y de «unas 800 esculturas, 200 pinturas y pasteles, 1000 dibujos, cartones y manuscritos».

El arquitecto Henri Gautruche crea una pequeña galería de exposición, al norte del jardín interior. Por fin, el 4 de julio de 1949 el museo Bourdelle abre sus puertas.